Frecuentemente
hablamos de encinas y de olivos, de madroños y de quejigos, como especies más
familiares de nuestro entorno. Pero paseando por el Parque Natural de la sierra
de Cardeña-Montoro y por el término municipal adyacente de Adamuz, reparamos en
la existencia de otras especies vegetales, entre ellas los pinos, que forman los
bosques surgidos de las repoblaciones forestales efectuadas hace unas décadas..
En el Parque Natural la mayor superficie
geográfica la ocupa la dehesa. En sus bordes y en las penetraciones de sus
barrancos fluviales existen matorrales y bosques de arbolado frondoso. Estos no
tienen hoy la condición de bosques mediterráneos, pues la perdieron en las
operaciones de desmonte para el acondicionamiento agroganadero o preparatorias
para la repoblación forestal. El fenómeno de la repoblación forestal fue muy
común en España y Andalucía, y dentro de ésta, en muchas áreas de Sierra
Morena. Se llevó a cabo a partir de los años cuarenta del Siglo XX bajo los
auspicios del Estado, fue ejecutada por el Patrimonio Forestal y materializada
mediante el consorcio con los propietarios de las fincas.Tuvo una finalidad
económico-productiva en el contexto de la autarquía posterior a la guerra civil
y careció de planteamientos ambientales o ecológicos, dimanando de ahí su
fragilidad y principales inconvenientes (plagas, carácter de “monocultivo”,
combustibilidad, etc.). Con el tiempo las áreas repobladas han llegado a
constituir importantes unidades de paisaje hoy perfectamente observables.
Las
repoblaciones forestales, que también estaban encaminadas a proteger de la
erosión las abruptas cabeceras de los afluentes del Guadalquivir, han de
relacionarse con las transformaciones agrarias que experimentó Sierra Morena en
su conjunto a mediados del siglo XX.
En
efecto nuestra sierra Morena y el sector oriental de Los Pedroches
–principalmente Villanueva de Córdoba y Cardeña- fueron objeto de la
desamortización civil o de Madoz. En aplicación de las leyes correspondientes
una enorme extensión de terreno que hasta entonces gormaba parte del común de
vecinos de las localidades fue vendida a particulares y convertida en fincas de
propiedad privada. La mayor parte de éstas, es decir, las que tenían mejores
aptitudes agronómicas, fueron desmontadas y plantadas de olivar, originando los
quebrados olivares de sierra que nos resultan tan familiares y que tanta
importancia tienen en la economía de nuestros pueblos.
Las
fincas de peores cualidades para el aprovechamiento agrario también fueron
desmontadas para convertirlas en terrenos de pastos complementarios a las
explotaciones de dehesa.
Con
el paso del tiempo coincidieron dos hechos: los propósitos repobladores del
Estado la pérdida de rentabilidad de las explotaciones agroganaderas de sierra.
Se cernió sobre ellas la denominada crisis agraria de las explotaciones
serranas. Contribuyeron a ella factores como el éxodo rural, el encarecimiento
de la mano de obra, la disminución del precio de la lana y de las especies ganaderas autóctonas, etc.
No
obstante, lo acaecido fue mucho más que una crisis; fue una auténtica quiebra
de los sistemas agroganaderos tradicionales, que quedaron desarticulados y sin
posibilidad de recomposición en el contexto de los nuevos tiempos.
Se
produjo el retroceso de las prácticas agrícolas y ganaderas o, sencillamente,
se abandonaron. Y esta coyuntura favoreció la repoblación forestal, pues los
propietarios se hallaron más propensos a consorciar y acceder a los propósitos
de repoblación del Estado, que además, incluso podía ser un modo de amortiguar
la pérdida de rentabilidad económica.
Las
repoblaciones forestales son las responsables directas de la aparición de la
cobertera vegetal de pinares a la que nos referíamos al principio. Sus avances
intensificaron la retracción de la ganadería doméstica por incompatibilidad con
las especies recién plantadas y, en sentido contrario, el retroceso ganadero
estuvo compensado por el avance de la fauna silvestre.
Como
una buena parte de esta podía ser objeto de caza y de aprovechamiento
cinegético, pronto se desarrollaron los vedados y cotos de caza, que llegaron a
alcanzar un estado de excelencia coincidente con el espesamiento de los
bosques, la promulgación de la nueva Ley de Caza (1970) y la gran densidad
animal.
Las
antiguas explotaciones ganaderas ase convirtieron en cotos, a través de los
cuales los antiguos propietarios o los nuevos de procedencia urbana recién
llegados al mundo rural, reencontraron la rentabilidad perdida a la quiebra del
sistema.
Surgió
un nuevo paisaje en sus componentes formales (los pinares) y funcionales (los
cotos), los cuales son hoy claves para comprender Sierra Morena en su realidad
y significado geográfico.