miércoles, 27 de agosto de 2014

Hay un paisaje interior y uno exterior...

      El paisaje es un componente más de nuestras circunstancias y va unido a nuestras vidas.
       En la Edad Media, la percepción y visión de la naturaleza tenía un sentido malo, catastrófico, hostil…aunque  a partir de que Francesco Petrarca (1304-1374) ascendiera al Mont Ventoux,  el hombre extrae un gusto estético de la naturaleza.
       En el romanticismo, que la búsqueda de la libertad era algo constante, el paisaje iba asociado a lo fantástico, lo sensible, lo nostálgico y lo onírico. Los escritores, pintores y viajeros del romanticismo concebían el paisaje y sus variaciones según  cambiaran los sentimientos del observador. El paisaje era una búsqueda de lo sobrenatural, lo trascendental, y de la divinidad en la naturaleza. Naturaleza que sirve a los románticos como placer estético. La sensibilidad romántica aportó un nuevo modo de ser y entender el paisaje, cosa que se ve muy claramente en el género pictórico. El movimiento romántico trajo la revalorización del paisaje en la pintura, la poesía y otras artes. PERO……es la imagen cultural, estética, filosófica e intelectual del paisaje que nos aportan los artistas de la generación del 98 la que más se identifica con nuestra Comarca. Machado resumía la actitud de los escritores del 98 cuando decía: “pintar del natural ?”...El modelo es necesario. Para copiarlo ? no, para pensar en él”. Su mirada sobre el paisaje no fue la de analistas, ni científicos…sino la imagen cultural del paisaje.
       Decía Unamuno: ”el paisaje tiene alma,y mi alma tiene paisaje”. Esta mirada de Unamuno, sensible y atenta al paisaje , o esa geografía emotiva de Machado, o el no-paisaje de Valle Inclán constituyen una forma de verlo que casa con la  reivindicación del nuestro.
En las fotos vemos un óleo de Pérez Villaamil (1837) pintor del apogeo romántico en España con su "Manada de toros" junto a un río. También apreciamos paisajes de nuestra tierra así como un paisaje suizo. A cada cual hay que otorgarle su valor.




jueves, 7 de agosto de 2014

"Quien no trilla en Agosto, trilla con mal rostro"

QUIEN NO TRILLA EN AGOSTO, TRILLA CON MAL ROSTRO

 O este otro refrán…..“El agua agostera destroza la era pero aparta la rastrojera”. Hoy lo tomamos para comenzar hablando de la antigua “trilla”.

       El trillo como herramienta agrícola, ayudaba a separar la paja del trigo. Se componía de unos tablones gruesos situados sobre una armadura, estando incrustadas en la parte de abajo del tablero unas piedras cortantes o unas cuchillas.
       Sobre la “era” se arrastraba por mulos o por bueyes, de forma que las piedras cortaban la paja, que había sido llevada allí en forma de “gavillas” y en este proceso se separaba la semilla sin dañarla.

       La existencia del trillo data al menos de hace 8.000 años en Oriente Medio y Las Balcanes, según nos demuestran diversos vestigios arqueológicos.
En la pintura egipcia, que se utilizaba para decorar las paredes de templos y tumbas, la temática sobre la vida cotidiana, las plantas y los animales era común…y ahí vemos en la foto una escena relacionada.

       El trillo de hierro, como el que apreciamos en otra de las fotos, iba moliendo el trigo, el centeno, la avena y otros cereales, y cortando la paja. Con un sentadero arriba, se le daban vueltas a la “era”.

       Remontándonos a los romanos, en las “villae” usaban los llamados trillos romanos de los cuales derivaron los utilizados en nuestra Comarca. A raíz de la romanización, fueron importantes las innovaciones que se instauraron (ejemplo es el arado romano, que siguió en uso hasta la industrialización). Los cartagineses introdujeron algunas técnicas agrícolas que eran incluso más avanzadas que las romanas, como el “ploscellum punicum”, un trillo con cuchillas de hierro arrastrado sobre ruedas.

       Si volvemos a fijarnos nuevamente en el arte pictórico , los pintores también tuvieron en cuenta esta labor del campo,  como “Estudio para la trilla” de Joan Miró (1918) en carbón y ceras sobre papel, o el óleo de Goya (1786) titulado “La Era o El Verano”, con escenas dedicadas a la diosa Ceres. En él podemos contemplar el descanso de los segadores en el campo después de la cosecha del trigo, reunido ya en gavillas. A la derecha, un labriego prepara el trigo con el rastrillo y se apresura para realizar la trilla con la gran piedra que hay a la izquierda, antes de que estalle la tormenta que amenaza.

       La labor de la trilla es, igualmente, de gran interés etnológicamente hablando. Todo el proceso que conducía a la separación del grano y a su almacenaje comenzaba con el transporte del trigo desde el campo a las eras. Las eras representaban unos espacios importantes y de su tamaño y características se podían deducir la categoría y poder del propietario o de la comunidad. Hacía falta cierta técnica para su acondicionamiento y preparación.

       Por otro lado, decir que las faenas agrícolas siempre han tenido aparejada una cultura, y una forma de ser y hacer, no solo en la costumbre transmitida sobre la forma de realizar las labores, sino también en la forma de expresarse oralmente, es decir, en su propia poesía o lírica oral asociada a dichas labores o tareas.
A través de las canciones del laboreo, los trabajadores se liberaban y a la vez se reconciliaban con el duro trabajo al sol.
 Normalmente, la temática de estos cantos estaba relacionada con la tarea agrícola en sí, o con el amor.
“Mi yegüita lucera
Contenta está,
Porque este año la trilla
Se va a acabar”
O cuando se terminaba de recoger el cereal limpio, y el jornal se cobraba, los jóvenes decidían hacer los preparativos para casarse:
“Ya está la parva hecha
Y el grano en casa,
Y ahora dice la niña
Que no se casa”
Como explica Caro Baroja, existe una conexión entre la recogida del cereal, la fecundidad y los epitalamios (composiciones poéticas relacionadas con la celebración de una boda).

También se tarareaban cancioncillas absurdas, o graciosas:
“En la era Margarita
Sembré piñones,
Nacieron calabazas,
Cogí melones”
O con alguna enseñanza o moraleja:
“Ya me decía mi mare,
Ella me decía a mí,
Que fuera tomando el tiempo
Como lo viera venir”.
Existen otras letras en las que se mostraba la diferencia de clase, o diferencia social:
“Ya está la parva hecha,
Señor nostramo
Danos nuestro dinero
Que ya nos vamos.

La lírica popular de nuestro campo es de una gran dignidad y acompañó a un nutrido conjunto de personas en sus labores y en su sentir.




domingo, 3 de agosto de 2014

       Un año más llega la feria de Villanueva de Córdoba y con ella la ruptura con lo cotidiano, el encuentro entre amigos de dentro y fuera del pueblo, la afirmación de la identidad siendo carta de presentación del espacio local.
       El origen de las ferias, entendidas de forma diferente a la actualidad, se remonta al Antiguo Egipto, a Grecia y al Imperio Romano. Su significado era el de reunión de comerciantes ambulantes con los productores locales, en mercados. Los romanos acabaron estableciendo las ferias en lugares fijos y permanentes, y al introducir la moneda como valor de cambio, les confirieron un gran valor transaccional.
       Por otro lado, la palabra "feria", procedente del latín, la utilizaban los romanos para llamar así a los días de descanso, vacaciones o festivos en el sentido de cese de actividad y  dedicación al culto religioso y al disfrute de las fiestas que acompañaban a la celebración religiosa.
       En Alemania también se vinculaban las ferias a las fiestas religiosas, y el mercado anual (Jahrmarkt) era realmente la feria. 
       La de mayor importancia en España fue la de Medina del Campo, mencionada en un documento de 1421, siendo las primeras ordenanzas de aposentamientos de feriantes dictadas por Dña.Leonor, Señora de Medina, en dicho año, y más tarde, en 1491 los Reyes Católicos le dieron  consideración de Feria General del Reino.
       Centrándonos en la Feria Jarota, recordaremos que hasta la década de los 60 (siglo XX), se celebraba en septiembre y era llamada "Feria de San Miguel" en honor al patrón. Empezaba el día 29 de dicho mes, y se prolongaba hasta el primer domingo de octubre (Virgen del Rosario). 
       Hasta 1910 la feria en realidad consistía en unas modestas veladas. Así nos lo contaba D.Juan Ocaña Prados en su obra de 1911 Historia de la Villa de Villanueva de Córdoba: "La llamada feria de San Miguel se componía de algunas tiendas de juguetes, puestos de cristal, loza, zapatos, espartos, cordeles, hierros y otras menudencias"
Y según nos relataba D.Juan Ocaña Torrejón en su Callejero de Villanueva de Córdoba, "la feria de San Miguel se celebraba en la plaza de La Fuente Vieja hasta 1913, trasladándose al Paseo de  la Estación".
       En 1914 se trasladó a la Calle San Antonio, en el Calvario. Y fue en 1971 cuando la Feria pasó a celebrarse la primera semana de Agosto.
En principio, volviendo al pasado, "la feria era principalmente una exposición de ganados de todo tipo procedente de la comarca, concurriendo ganado caballar, mular, asnal, vacuno, de cerda, lanar y cabrío, celebrándose los típicos tratos", como nos expone en su libro de 1980 Cosas y Costumbres de mi pueblo, Don B. Merchán Rodríguez.
       El traslado al que antes hicimos referencia, a la actual Calle Moreno de Pedrajas y Ronda del Calvario, tal y como el Cronista de la Villa D. Bartolomé Valle Buenestado  nos exponía en su escrito  de 2011 titulado Cien Años de Feria en El Calvario y Un Poco Más, "supuso un auténtico alarde de modernidad, pues no sólo se trató de una feria nueva para unos tiempos modernos, sino de su celebración en un lugar nuevo, en un espacio completamente nuevo, que se incorporaba así al entramado social y urbano del pueblo".
       Para finalizar, decir, que además del bullicio alegre de nuestra feria de Villanueva, no olvidemos que esta fiesta es también vehículo de cultura y cambio, que sirve de alguna manera para recrear viejas identidades tanto para unos participantes y visitantes nuevos, como para hijos de emigrantes que retornan unos días en busca de su raíz, o incluso para los mismos jóvenes del municipio.