Pérdida del patrimonio natural, cultural, gastronómico..histórico-artístico
incluso…Pérdida de valores tradicionales intangibles que en muchas ocasiones se
convierten en tangibles, al desaparecer los oficios artesanos, perder biodiversidad
y especies autóctonas.
Hasta la segunda mitad del siglo XX, que fue cuando se aceleró el
éxodo rural y el abandono de nuestros pueblos en busca de mejores perspectivas,
la relación entre el paisaje y el hombre, aun en condiciones muy duras, se
había mantenido, propiciando como en el caso de las Dehesas de Los Pedroches,
un sistema eficiente con biodiversidad propia y especies endémicas, en el que
sin conservación no hay producción, y la producción y gestión ayuda a la
conservación.
En muchas ocasiones no nos damos cuenta de que ciudad se ve beneficiada por los servicios que le presta el
medio rural, y que no solo son de tipo alimentario, sino también ambientales, culturales..
El reto más importante para nuestros pueblos es que la despoblación no continúe haciendo
daño siendo prioritario, no ya que la gente vuelva, sino que se
quede. La dotación de infraestructura, transportes y medios tecnológicos
provocaría un efecto disuasorio tanto para los locales como para posibles
futuros pobladores. Por otro lado, las energías renovables y verdes también
ayudarían a que el dinero redundase en la población local y en su calidad de vida.
El éxodo rural ha hecho además, que los habitantes constituyan una
población envejecida frente a la de la ciudad, agravándose el asunto
en los pueblos más pequeños. Y especialmente se observa dicho envejecimiento en
las mujeres, por tener mayor esperanza de vida, lo cual provoca un
desequilibrio que hace descender la natalidad. De ahí que sea imprescindible la
creación de empleo específico para las
mujeres con el objetivo de frenar el éxodo femenino.