lunes, 11 de julio de 2016

La tradición: creación incesante a la vez que cúmulo de experiencias y de valores a conservar

       La tendencia a volver a nuestras raíces, a la naturaleza y a algunas de las costumbres de las generaciones que nos precedieron, es cada día más sólida.  Se intenta combinar nuestro estilo de vida actual con algunas prácticas antiguas, lo cual es una opción para ayudar a solucionar problemas ambientales y sociales. La tradición y la forma de vida de un pueblo o de una comarca, pese a la globalización en la está instalada la sociedad, crea lazos que perviven en el tiempo, que se transmiten a través de las generaciones y que los sentimos como "nuestros", identificándonos y enorgulleciéndonos, así como preservándolos porque son nuestra cultura.


       Hasta mediados del s.XX, nuestra sociedad rural estaba anclada en costumbres ancestrales y estructuras económico-sociales relacionadas con el trabajo en el campo. Las familias eran autosuficientes. Con la irrupción de la maquinaria, mucha gente tuvo que emigrar, la población fue envejeciendo y los jóvenes no han tenido la ocasión de conocer la vida de sus antepasados ni de apreciar los bruscos cambios sociales. Si bien cada vez más, las nuevas generaciones se interesan por conocer el ámbito rural dejando la “modernidad” urbana porque entre otras cosas el trabajo en las ciudades también sufre la precariedad y por otro lado, en los pueblos el acceso a la tecnología y a los servicios se ha facilitado.

        Se pueden constatar tantas peculiaridades relacionadas con nuestra forma de vida y nuestras costumbres, que solo hacer referencia a algunas sería muy pobre, pero si recordamos ......
        Antiguamente la palabra “desperdicio” no existía, todo tenía su valor ante la escasez, todo podía ser reciclado o reutilizado. El intercambio vecinal era algo que aún pervive en nuestros pueblos. Unos se regalaban huevos, otros aceite u hortalizas. Aunque no hubiese mucho dinero, se cambiaban unas cosas por otras. Hoy día debemos intentar conservar la diversidad ecológica y paisajística junto con la riqueza cultural y humana que lleva aparejada. 
        En tierras de olivar, el aceite se usaba para todo. El mejor era el del primer prensado en frío. En comida, en dulces como las tortas con harina, para remedios contra el dolor de garganta, o para el estómago a través de las purgas de aceite, o para el dolor de oídos calentándolo y untándolo con un algodón…etc
          En el pueblo, los niños, después de la escuela, los que podía ir, se iban a caminos de alrededor y con su tirador hecho con gomas de ruedas de coches cazaban pajarillos o jugaban dándole patadas a un balón durísimo o a una pelota de trapo, o manejaban el aro..


       En nuestros campos se ha vivido hasta los años sesenta del siglo veinte de forma milenaria. Se ha pasado de una economía de autosuficiencia a otra de consumo.  De la tierra se sacaba el pan, la carne, leche , huevos, hortalizas, legumbres...Dinero había poco, si acaso para médico o contribución. Aunque ahora pueda haberse multiplicado el rendimiento de la tierra, la nueva sociedad de consumo tiene  gastos de energía, coches, maquinarias, tecnología, ocio, salud, etc. Los alimentos provienen o de grandes explotaciones intensivas o de economías de subsistencia del tercer mundo. Muchas actividades agrícolas y ganaderas han tenido que ser subvencionadas, porque con los nuevos costes, a pesar de los altos precios del mercado, el productor no llega ni a cubrir gastos.
       Por otro lado hay que hablar del agua.  En nuestra comarca, históricamente es un recurso exiguo y escaso, que hay que administrar con mucho sentido común. Los pozos y los poceros han sido claves en nuestra tierra.
       Los escritos de los viajeros y los libros de viaje nos muestran como era la vida de antaño. Son documentos de gran valor antropológico. Nos hablan de que la  diversidad y originalidad de las tradiciones es fascinante,  que  la gastronomía y los sabores son muy especiales, siendo el aceite de oliva y el ajo primordiales. Hábitos saludables y buenas maneras. La urbanidad no era privativa de ninguna clase, el saludo y el usted siempre estaba presente. Por otro lado, los hábitos religiosos también estaban muy extendidos, desde procesiones y romerías hasta misas de alba.  La costumbre del paseo y el deseo de ver y ser visto, de socializar y relacionarse estaba muy presente. La vida en común que realizaban fuera de sus casas era muy rica, en patios, o plazas, y en la misma puerta de la casa para tomar el fresco, de forma que la puerta que separaba lo público de lo privado se abría y servía de contacto social...
       En conclusión, todas esas pequeñas cosas, unidas a la cultura gastronómica, la creación musical y muchas más, así como costumbres y tradiciones populares han ido conformando nuestra personalidad e identidad.