Aunque la
religiosidad parecía desvanecerse con la modernidad, vemos que se mantiene y es
más, se aviva. Quizás desde otras formas e interpretaciones. Quizás más desde
lo cultural y menos desde lo religioso.
La reciente
declaración de la Romería de Nuestra Señora de Luna como de “Interés turístico
de Andalucía” demuestra que existe una búsqueda de revitalización de este tipo
de rituales festivos, con lo que lleva aparejado (promoción de la zona,
revalorización, turismo, etc.).
Además las
romerías, y en concreto ésta de la Virgen de Luna, actúan como expresión de
identidad y como espejo cultural de una comunidad, que aunque no se ciña a una
práctica religiosa, a través de estos símbolos propios de la romería (la
Imagen, el Santuario, el Camino, las Canciones, etc, etc) consiguen que las
personas se sientan identificadas con la comunidad, sientan la pertenencia a un
lugar, y constituyan un colectivo territorialmente claro.
Podemos
hacer la peregrinación de forma individual durante el año, pero es en la
romería donde nos sentimos parte del conjunto, donde se comparte la comida (a
lo largo de la historia muchas fiestas de este tipo se celebraban tras los
ayunos de la Cuaresma, Semana Santa y Pascua, y la comida significaba ahora el
banquete compensatorio por la abstinencia anterior)
Se aúna lo
religioso con lo profano, la fe con lo lúdico-festivo.
El camino es
también un lugar de encuentros, convivencia, y nexo de unión entre personas,
aparte de otras muchas que lo recorren con fervor religioso, promesas, oraciones,
etc.
En el caso que nos ocupa el 9
de junio, aún se festejará más porque significa el regreso la imagen de la
Virgen de Luna al pueblo, a Villanueva de Córdoba, con lo que eso supone de “apropiación
del símbolo” (ahora va la Virgen a “su pueblo..” dirían muchos)