Como homenaje al otoño, hablaremos de las GRANADAS protagonistas en postres y ensaladas y en muchas pinturas, en
los que se nos presentan éstas como estrellas. De forma colorida y
jugosa, como si fueran rubíes. En Los Pedroches, con dos granadas, medio vaso
de vino tinto y una cucharadita de azúcar, conseguimos un postre extraordinario
tras dejarlo reposar un par de horas. O podremos degustarla en ensalada de col
aliñada con ajo, sal, vinagre y aceite, donde la granada será el colofón de color y sabor.
Los productos alimentarios se han
patrimonializado, debido a la ampliación del concepto de patrimonio, del paso
de lo material a inmaterial, de lo económico a lo cultural y de las tradiciones
y costumbres gastronómicas cotidianas a la identidad. Por ello, tanto valor debemos dar a nuestros productos, fruto del territorio y de su historia.
El
granado es un árbol originario de la zona que abarca desde Irán hasta el
norte del Himalaya en India, y fue naturalizado en todo el Mediterráneo , desde la Antigüedad. Se sabe del cultivo del granado,
desde hace al menos 5.000 años en Asia occidental y en el Norte de África. La pulpa de la granada ha sido siempre una base importante para condimentar diversos
platos de nuestra cocina. Abd-al-Rahman, el
primer emir omeya de Córdoba, fue quien las trajo de Bagdad en el siglo VIII..
En cuanto a la pintura y el arte relacionados, traemos a este blog un cuadro de Francesco Noletti (1611-1651) pintor apodado El Maltés y de gran reputación en Roma. Y por otro lado, un cuadro de José Ferrer (1746-1815), pintor español, castellonense.
En general es muy
normal que haya símbolos y alegorías camuflados tras la representación de
bodegones, utensilios de cocina y alimentos. Las frutas se asociaban con los
cuatro sentidos, y aludían también a virtudes y vicios. Las flores y frutos se
relacionaban con la belleza, simbolizando a niños y mujeres.
También el bodegón podía tener un
fin didáctico o moral. ,Por ejemplo, representar calaveras y relojes indicaba
la rapidez del paso del tiempo y la imposibilidad de detenerlo, refiriéndose a
lo efímero de la vida.
¡Qué hermosa esta granada, Platero!. Me la ha mandado
Aguedilla, escogida de lo mejor de su arroyo de las Monjas. Ninguna fruta me
hace pensar, como ésta, en la frescura del agua que la nutre. Estalla de salud
fresca y fuerte. ¿Vamos a comérnosla?.
¡Platero, qué grato gusto amargo y seco el de la difícil piel, dura y agarrada
como una raíz a la tierra! Ahora, el primer dulzor, aurora hecha breve rubí, de
los granos que se vienen pegados a la piel. Ahora, Platero, el núcleo apretado,
sano, completo, con sus velos finos, el exquisito tesoro de amatista
comestibles, jugosas y fuertes, como el corazón de no sé qué reina joven. ¡Qué
llena está, Platero! Ten come. ¡Qué rica! ¡Con qué fruición se pierden los
dientes en la abundante sazón alegre y roja!. (J. R. Jiménez, Platero y yo)