jueves, 22 de diciembre de 2016

Al árbol le gusta entonar canciones que el viento no recuerda.

       Frecuentemente hablamos de encinas y de olivos, de madroños y de quejigos, como especies más familiares de nuestro entorno. Pero paseando por el Parque Natural de la sierra de Cardeña-Montoro y por el término municipal adyacente de Adamuz, reparamos en la existencia de otras especies vegetales, entre ellas los pinos, que forman los bosques surgidos de las repoblaciones forestales efectuadas hace unas décadas..
       En el Parque Natural la mayor superficie geográfica la ocupa la dehesa. En sus bordes y en las penetraciones de sus barrancos fluviales existen matorrales y bosques de arbolado frondoso. Estos no tienen hoy la condición de bosques mediterráneos, pues la perdieron en las operaciones de desmonte para el acondicionamiento agroganadero o preparatorias para la repoblación forestal. El fenómeno de la repoblación forestal fue muy común en España y Andalucía, y dentro de ésta, en muchas áreas de Sierra Morena. Se llevó a cabo a partir de los años cuarenta del Siglo XX bajo los auspicios del Estado, fue ejecutada por el Patrimonio Forestal y materializada mediante el consorcio con los propietarios de las fincas.Tuvo una finalidad económico-productiva en el contexto de la autarquía posterior a la guerra civil y careció de planteamientos ambientales o ecológicos, dimanando de ahí su fragilidad y principales inconvenientes (plagas, carácter de “monocultivo”, combustibilidad, etc.). Con el tiempo las áreas repobladas han llegado a constituir importantes unidades de paisaje hoy perfectamente observables.
       Las repoblaciones forestales, que también estaban encaminadas a proteger de la erosión las abruptas cabeceras de los afluentes del Guadalquivir, han de relacionarse con las transformaciones agrarias que experimentó Sierra Morena en su conjunto a mediados del siglo XX.
En efecto nuestra sierra Morena y el sector oriental de Los Pedroches –principalmente Villanueva de Córdoba y Cardeña- fueron objeto de la desamortización civil o de Madoz. En aplicación de las leyes correspondientes una enorme extensión de terreno que hasta entonces gormaba parte del común de vecinos de las localidades fue vendida a particulares y convertida en fincas de propiedad privada. La mayor parte de éstas, es decir, las que tenían mejores aptitudes agronómicas, fueron desmontadas y plantadas de olivar, originando los quebrados olivares de sierra que nos resultan tan familiares y que tanta importancia tienen en la economía de nuestros pueblos.
       Las fincas de peores cualidades para el aprovechamiento agrario también fueron desmontadas para convertirlas en terrenos de pastos complementarios a las explotaciones de dehesa.
Con el paso del tiempo coincidieron dos hechos: los propósitos repobladores del Estado la pérdida de rentabilidad de las explotaciones agroganaderas de sierra. Se cernió sobre ellas la denominada crisis agraria de las explotaciones serranas. Contribuyeron a ella factores como el éxodo rural, el encarecimiento de la mano de obra, la disminución del precio de la lana y de las especies  ganaderas autóctonas, etc.
No obstante, lo acaecido fue mucho más que una crisis; fue una auténtica quiebra de los sistemas agroganaderos tradicionales, que quedaron desarticulados y sin posibilidad de recomposición en el contexto de los nuevos tiempos.
       Se produjo el retroceso de las prácticas agrícolas y ganaderas o, sencillamente, se abandonaron. Y esta coyuntura favoreció la repoblación forestal, pues los propietarios se hallaron más propensos a consorciar y acceder a los propósitos de repoblación del Estado, que además, incluso podía ser un modo de amortiguar la pérdida de rentabilidad económica.
       Las repoblaciones forestales son las responsables directas de la aparición de la cobertera vegetal de pinares a la que nos referíamos al principio. Sus avances intensificaron la retracción de la ganadería doméstica por incompatibilidad con las especies recién plantadas y, en sentido contrario, el retroceso ganadero estuvo compensado por el avance de la fauna silvestre.
       Como una buena parte de esta podía ser objeto de caza y de aprovechamiento cinegético, pronto se desarrollaron los vedados y cotos de caza, que llegaron a alcanzar un estado de excelencia coincidente con el espesamiento de los bosques, la promulgación de la nueva Ley de Caza (1970) y la gran densidad animal.
       Las antiguas explotaciones ganaderas ase convirtieron en cotos, a través de los cuales los antiguos propietarios o los nuevos de procedencia urbana recién llegados al mundo rural, reencontraron la rentabilidad perdida a la quiebra del sistema.
       Surgió un nuevo paisaje en sus componentes formales (los pinares) y funcionales (los cotos), los cuales son hoy claves para comprender Sierra Morena en su realidad y significado geográfico.






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