miércoles, 23 de marzo de 2016

Semana Santa: fusión de religión, cultura, economía y tradición.

       La Semana Santa es la mayor celebración del calendario católico, conteniendo una tradición histórica y cultural reseñable en la comarca de Los Pedroches y una dimensión económica indudable. Como otras fiestas, es una práctica de la colectividad que se va renovando constantemente a través de celebraciones vistosas, sentidas y ricas en simbología. Sin embargo, su verdadero significado depende de la forma en que la interpretamos. Las personas más mayores guardan en su memoria la tradición, el estreno de un traje nuevo, el hacer unos dulces caseros, el ayuno,  la fe…. A ello hoy es necesario unirle, no sustituirlo, otras prácticas lúdicas como viajes, gastronomía en restaurantes, consumo, reencuentro…De todas formas, en torno a esta fiesta, incluyendo tanto su carácter religioso,  Pasos y Cofradías como el más lúdico de ocio pagano, se reconstruye y construye un poderoso sentido de identidad y de pertenencia, utilizando como instrumentos el vestuario, la parafernalia, la música, los rezos…

       Esta Semana tan importante para los cristianos gira alrededor de la Resurrección de Cristo, y según muchos autores se vincula claramente a festividades paganas, empezando por su ubicación en el calendario, al elegir como domingo de resurrección el primer domingo tras la primera luna después del equinoccio de primavera. Numerosas religiones paganas consideraron cruciales el equinoccio primaveral y la luna puesto que marcaba la entrada de una nueva estación, el” paso de la muerte del invierno a la resurrección de la tierra”, en tanto en cuanto para muchas civilizaciones daba comienzo la temporada de siembra, y empezaba el ciclo vegetativo de la Naturaleza. De ahí que existieran múltiples rituales propiciatorios para conseguir salud, fecundidad y buenas cosechas. Bajo estas premisas se relaciona la Semana Santa con una cristianización de una fiesta agrícola.
       Volviéndonos de nuevo hacia el carácter identitario, a nuestras costumbres, creencias, culturas, prácticas y ritos que vivimos durante la Semana Santa, podemos constatar el gran valor etnológico que atesoramos, y que nos acerca a lo esencial de nuestra comunidad, a lo más puro, a nuestra identidad, y nos ayuda a través de su expresión renovada cada año, a transmitirlo a las generaciones siguientes.


       En muchos de nuestros pueblos, el Viernes de Dolores y la noche de las Velas eran de los más esperados, así como el Jueves y Viernes Santo, donde era muy peculiar escuchar el ruido de las “matracas”, unas tablas con una especie de aspas y asas que al girar formaban un ruido estruendoso para anunciar los actos religiosos.  De ahí que digamos “dar la matraca” en el sentido de dar la tabarra o molestar. El Sábado de Gloria, al son de las campanas, repicando se colgaban los “marmotos”, que eran muñecos vestidos de trapos viejos y rellenos de paja. Colgados a cierta altura en mitad de la calle, se tiroteaban y ardían…Realmente era un ritual. En algunos lugares se tiraban al arroyo cercano y las muchachas volvían al pueblo con un ramito verde que simbolizaba la primavera.
Marmotos

Matracas


        Otro elemento a no olvidar durante estas fechas es la comida, con un rico patrimonio gastronómico compuesto de platos de Pascua y Vigilia. Condicionado por la práctica de la abstinencia, en teoría se prohíbe consumir carne, por lo que las sopas, el bacalao, el arroz con leche o las torrijas se alzan como elementos de gran atractivo que nos hacen revivir todas nuestras costumbres culinarias y sentirnos identificados con un territorio cuando elaboramos alguna de las recetas típicas y antiguas, incluso estando lejos de él. A través de los sentidos, del aroma y del sabor nos sentimos pertenecientes a él, aún en la ausencia.
Arroz con leche


       Por último, prestando atención a la dimensión económica de la cultura, la Semana Santa se ha consolidado desde antaño como un acontecimiento perdurable y singular con extraordinario calado en nuestra sociedad y causa de un amplio movimiento económico.  En este momento se conjugan los pasos procesionales y su preparación con la arquitectura civil y principalmente religiosa de cada pueblo, así como con su morfología urbana y a nivel económico, se puede afirmar que la Semana Santa tiene repercusión en el consumo, en la producción y en el empleo.   Incluso se implica a sectores productivos que en principio no están vinculados a esta fiesta religiosa y cultural, pero que indirectamente, gracias a gasto de visitantes y residentes, al trabajo y demanda de artesanos, el efecto es global, puesto que se requieren bienes y servicios para conservación, restauración del patrimonio de las Hermandades y Cofradías, trabajos artísticos, floristería, bordados, actividades y excursiones complementarias, etc.  En resumen, se podría decir que esta magnífica celebración religiosa aúna patrimonio cultural, etnográfico, artístico, económico y social.

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