Si nos
transportamos a la época de los viajeros románticos, nos sería fácil imaginar a
Humboldt leyendo “Pablo y Virginia” de B.Saint-Pierre, y experimentando un sentimiento de la
naturaleza nuevo hasta entonces, y que influyó en los geógrafos del siglo XIX.
Desde esta concepción, el paisaje y la naturaleza pueden interiorizarse
recurriendo a la pasión y a la sensibilidad.
Entre
los siglos XVIII y XIX, muchos viajeros, de las clases más pudientes de
Inglaterra, viajaban por Europa, especialmente por Francia, Italia y Grecia,
como parte de su formación de juventud. Hablamos del Grand Tour. Frecuentemente
estos viajes se plasmaban en obras literarias, a través de impresiones
subjetivas (Hasta ese momento se habían relatado los periplos de manera formal
y descriptiva). Más adelante se incluyó Andalucía como destino exótico,
distinto, barato y accesible, de forma que en la segunda mitad del s.XIX,
nuestra tierra se convirtió en una industria turística
incipiente.
Así fue
como la economía local comenzó, paso a paso, a resurgir favorecida por la mejora
de los transportes, la creación de alojamientos, de tiendas de recuerdos y
fotografía, etc
A raíz
de la prosperidad económica de los años 20, la actividad turística se extendió
por casi todas las capas sociales. Y a partir de 1950, la generalización de las
vacaciones pagadas y el avance del transporte aéreo hizo que llegaran
masivamente turistas extranjeros a Andalucía.
Si nos
preguntamos el motivo de este cambio en una país como el nuestro casi
desconocido a un país de moda turísticamente hablando, encontramos respuesta en D. A. López
Ontiveros, que nos habla en sus escritos de las causas políticas,
económicas, artísticas ....que propiciaron este espectacular cambio, además de los
factores literarios.
Y para
finalizar….leamos
lo que dice Lleó ("España y los viajes románticos" Estudios
turísticos, 1984): « ¿ Que busca el viajero romántico... en España?... El
hombre romántico no mira al mundo desde una posición ética, como el de la
Ilustración, sino desde una visión estética. El mundo va a ser juzgado, no ya
en la medida en que siga los principios de la Razón, sino en la medida en que
conmueva el alma. Y para el alma europea, la propia "diferencia" de
España, es decir todo aquello que nos había mantenido marginados durante el
siglo XVIII, va a convertirse en fuente de exquisitas o atroces emociones».
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