martes, 10 de febrero de 2015

Los oficios de la dehesa. La leña.

       La leña de encina....
     OTRA IMAGEN que podemos ver en los paisajes de dehesas es ésta: la leña de encina apilada y lista para utilizar en las típicas candelas de las casas. 
       La poda de la encina es algo común en los territorios de dehesa. Consiste en la eliminación, con lógica y orden, de partes de la copa del árbol. El hombre ha utilizado desde antiguo la poda para extraer leña y ramón y para dar a las encinas una forma adecuada a distintos fines: fomentar la producción de bellota y facilitar su recolección  o ayudar al desarrollo de los pastos para el pastoreo de ganado, etc. 
   Los criterios para realizar las podas se han transmitido de generación en generación aunque varían según los pueblos. Si bien la dehesa no es un sistema “natural”, pues necesita de la intervención constante del hombre, la poda de la  encina deberá hacerse dándole un mayor peso al principio de la naturalidad, pues permite realizar tareas  de renovación, de forma que las actuaciones sobre el encinar deberían hacerse buscando el incremento de la diversidad, lo que hará que se modele sin agresividad y se aumente y respete la naturalidad del sistema.

       Antiguamente, el patrimonio forestal se aprovechaba a través de los Concejos para la extracción de madera y leña por parte de los vecinos, con fines particulares, aunque todo ello se regulaba con ordenanzas y con fueros. En la Edad Media, tuvo auge el carboneo, pero esto daba lugar a una deforestación incontrolada.
      Los reyes se vieron obligados a dictar una serie de provisiones para conservar los montes, de forma que la política conservacionista de los Reyes Católicos se explicita en la pragmática fechada en Burgos, el 28 de Octubre de 1496, que ordenaba la protección de los montes y plantíos.  Prohibieron la corta y tala excepto en los montes grandes; en éstos, los vecinos podían aprovechar la leña "no cortando por pie, salvo por rama, dejando en ellos horca y pendón por donde puedan tornar a crecer" . Aquellos que no fueran grandes se aprovecharían para bellota y para apacentar los ganados, siendo todos ellos utilizados para pasto común.

       La tala y poda ha conseguido modelar la silueta de la encina y otorgarle una arquitectura adecuada, según la finalidad como dijimos (bellota, pastos, cultivos ocasionales..). Y esto la diferencia de la poda hecha en otros sistemas agrícolas o forestales distintos de la dehesa. Cada una de las encinas de nuestra dehesa ha recibido intervenciones de poda a lo largo de su vida, aunque los criterios han ido variando según los usos y el diferente peso de cada zona en cuanto a ellos.
       Se puede hacer una clasificación entre las podas de formación, recibidas por el árbol al principio de su vida para dirigir el tronco y definir la copa y las podas o intervenciones posteriores con propósito de reconstruir la copa de encinas adultas, etc.
    Lo ideal sería propiciar, a través de la intervención en el arbolado, diferentes espesuras en la explotación, distintas edades y la incorporación de especies arbóreas acompañantes, de forma que esta mayor diversidad haga más rico, renovado y flexible el ecosistema.



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