miércoles, 3 de diciembre de 2014

Una buena otoñada es media montanera


       La época de recogida de la bellota y la montanera  es un periodo   emblemático en Los Pedroches  por lo que  de natural y económico tiene, y simbólico por el componente identitario que lleva implícito. La montanera es la última fase de la cría del cerdo, aproximadamente de octubre a febrero, donde la piara se mueve entre encinas, comiendo hierba y bellotas,  en plena dehesa.
       Como las bellotas están prioritariamente destinadas al cochino, desde tiempos pasados se intentaba evitar que otros animales las consumieran, de forma que cuando las condiciones climatológicas propiciaban por un lado,  que hubiera mucha cosecha  y por otro,  que existiera un exceso de humedad, había que recolectar la bellota mejor, más grande y más dulce para evitar que se pudriera. Se cogían las de lugares de acceso difícil para el ganado, en matorrales, barrancos, cerca de la lindes…Esas bellotas mejores que eran recogidas antes de que la piara de cerdos entrase en la finca, se reservaban para alimento del animal más adelante. 




       La cogida de bellotas comenzaba en octubre, vareando la encina para que éstas cayeran, si bien en noviembre, en plena producción de la cosecha, el vareo se reducía y se recogían del suelo directamente, con menor coste para los dueños.
       Los propietarios pequeños vareaban y cogían bellotas ellos mismos, aunque el bajo precio de la mano de obra hacía que incluso contrataran a algunas mujeres para la recolección.
       En las fincas grandes, cuadrillas de quince a veinte mujeres iban a coger bellotas y  llegaban acompañadas de algún hombre para manejar los pesados costales, subirlos a las bestias y para varear. Dormían en los cortijos durante un período de uno a dos meses.  Así  ganaban el jornal aunque era muy bajo.
       Una modalidad de trabajo fue la de jornal  a destajo, fijando una cantidad de costales por jornada, o también a medias. 



       Penosa tarea era la de coger bellotas, con heladas, frío, lluvias, barro…Usaban piedras, que calentaban en la candela,  para calentarse las manos.  Y para proteger los dedos utilizaban los “deíles” o dediles, hechos con cáscara de bellota.
       Antiguamente, en los pueblos muchas personas tenían cochinos en sus corrales y en muchas ocasiones se alimentaban con bellotas que robaban o que compraban a quien las había robado.
Aunque también se robaba la bellota porque  una cuartilla de este fruto , al venderla daba dinero para comprar el pan. También eran utilizadas para hacer pan,” pan de bellotas” y para asarlas.
 En casi todos los pueblos se daba esta práctica de forma que hombres, mujeres y niños cogían bellotas furtivamente. Cuando se percataban de algún peligro, dejaban los costales escondidos, y volvían más tarde. Algunos guardas y jornaleros de fincas tenían como única misión vigilar, para evitar los robos. En los años de más miseria, en grandes cortijos, llegó a haber guardia civil para intentar atajar el problema. 
        Nos contaron que un hombre de Villanueva,  en su pequeña finca se encontró con un “ bellotero” cogiendo bellotas furtivamente, es decir, robándolas  y acercándose a él le preguntó qué estaba haciendo….Y el hombre humildemente le dijo…”ya ves…y  mejor quítame las bellotas que he cogido porque no puedo cargarlas al hombro, no tengo fuerzas, ni siquiera he comido hoy” . Así que finalmente, el campesino jarote sacó su merienda, almorzaron y le ayudó a transportar las bellotas hasta  su casa.  

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